Introducción
Los protagonistas de esta historia son tío Ezequiel,
que era un ganadero importante que vivía en El Torno y tenía un gran
rebaño de ovejas, que las guardaba un pastor que era manco y se llamaba
Ángel Robles, para ayudarle a las tareas del pastor acudía muchas noches
a la majada su hijo Manuel Robles que entonces era un niño y ahora relata
en este trabajo como era la vida del pastoreo de ovejas por aquellos años
que van de 1950 a 1960.
En
foto pastores y ganado. Perros, ovejas y al fondo los caballos
que
pastan en las alturas de la Sierra de El Torno
Aquí comienzo mi relato:
"Cuando yo tenía siete años más o menos, mi padre
compró un pequeño rebaño de ovejas a un hombre de El Torno que se
llamaba "Tío Augusto seis dedos", porque este hombre se había
hecho muy mayor y como no podía cuidarlas se las vendió a mi padre y mi
padre me enseñó a mí como guardarlas.
Al año siguiente mi padre se puso a servir con un
hombre rico de El Torno que se llamaba "Tío Ezequiel el Jarrampla",
la tarea de mi padre era guardar un rebaño grande de ovejas que tenía y
entonces me iba yo con mi padre para ayudarle a guardarlas.
Capítulo primero. El pastor
Aquí empieza la historia de mis andanzas como
borreguero, fue un año que llovió mucho, especialmente en el invierno.
Mi padre ganaba poco dinero, pero, ganaba un lote de comestibles, cada
semana, que eran los siguientes:
Siete panes
Once kilos de patatas ( Una arroba)
Un litro de aceite
Medio kilo de sal
Un cuarto kilo de pimentón de La Vera
También le pagaban los pastos de unas cuantas ovejas
que tenía mi padre de su propiedad en el rebaño grande.
Yo como era pequeño, iba por las tardes, después de
salir de la escuela a llevarle un poco de comida al sitio donde paraban
las ovejas para dormir.
La comida que sobraba la preparaba mi madre para
comerla en casa el resto de la familia.
También le ayudaba a recoger las ovejas por las noches
y hacerle compañía porque tío Ezequiel quería que por las noches se
quedaran las ovejas en las redes para ir estercolando las fincas, de la
gente que quería que durmiesen sus ovejas en los olivares o cercados. A
las personas que le contrataban para dormir las ovejas en sus fincas, tío
Ezequiel les cobraba un buen dinerito, porque el estiércol de las ovejas
era muy bueno.
Capítulo segundo. Las
redes donde dormían las ovejas
El sistema que tenían las ovejas para dormir por las
noches y poder ir estercolando las fincas consistía en unas redes de
cordeles y unos palos aguzados por una punta para clavarlos entre las
redes y la tierra; siempre se procuraba hacerlo cuadrado para que las
cuatro esquinas se pudiesen sujetar mejor. A los palos de las esquinas se
le sacaba un cordel y se le ataba a una pared o a un árbol y si eso no
era posible se pinchaba un palo en el suelo y servía de tensor, y de esta
forma era difícil que se saliesen las ovejas de la red. Por aquellos
tiempos había muchos lobos por esta zona porque había mucho ganado y
cuando tenían hambre los lobos atacaban a los rebaños de día o de
noche.
Entonces tío Ezequiel mandó hacer un
chozuelo de
madera para que durmiera mi padre junto a la red con las ovejas y así
poder espantar a los lobos si se acercaban por la noche. Este chozuelo era
de tablas de madera y en él solo cabía una persona y también pesaba muy
poco porque había que transportarlo con las caballerías de unas fincas a
otras cuando se iban las ovejas a dormir a otras fincas.
Yo como era pequeño me acostaba en el chozo a los pies
de mi padre, aunque para dormir era muy incómodo porque todo era muy
pequeño para los dos y al mismo tiempo se pasaba mucho frío y no te
podías revolver de un lado para otro.
Capítulo tres. Los ataques de los lobos
Estando en una finca situada en el paraje de "Los
Baños de la Guarrapa", una noche de invierno con mucho viento y
agua, era una noche de perros, pero para los lobos fue una noche muy buena
para ellos porque atacaron a las ovejas que estaban en la red y a mi padre
y a mí nos cogieron dormidos por el mal día que habíamos pasado.
Tío Ezequiel tenía dos perros para guardar las ovejas
, una perra que se llamaba "Leona" y un perro que se llamaba
"Navarro", la perra era muy friolera y las noches malas se iba a
los refugios de los animales porque allí hacía menos frío o a las casas
de heno.
El perro era muy bueno, pero era muy joven de edad,
aún así, cogió un lobo por delante y le hizo pasar el río, mientras
tanto el otro grupo de lobos atacaron a las ovejas .
Por muy pronto que mi padre quiso salir del chozuelo a
defender a las ovejas, los lobos ya habían matado a dos ovejas y se
habían llevado una cordera. Yo sentía toda la trastienda que tenía mi
padre con las ovejas y los lobos y por el miedo y el mal tiempo que hacía
no salí del chozuelo hasta que vino el día y mi padre me dijo:
" Vamos a almorzar que después tienes que ir al
pueblo a decir a tío Ezequiel lo que ha pasado y que venga a recoger las
ovejas muertas".
Me puse a caminar hacia el pueblo, un poco triste y
preocupado, porque no sabía como iba a reaccionar tío Ezequiel, cuando
llegase a su casa y le diera la noticia.
Cuando llegué a su casa y se lo conté, me dijo:
" No te preocupes Rabadán que no ha pasado nada,
voy a por el caballo y nos vamos a donde está tu padre y me traigo las
ovejas que han matado los lobos".
A la noche siguiente, cuando me fui con mi padre otra
vez, lo primero que hicimos cuando encerramos las ovejas, fue atar la
perra a la esquina de la red y preparar la lamparilla bien atizada de
aceite y torcía, también preparamos dos palos bien fuertes.
"Esta noche nos vamos a divertir", dijo mi
padre. Y yo sonriendo y con mucha ilusión porque iba a ser la primera vez
que iba a ver lobos. Después de cenar nos acostamos los dos en el
chozuelo, pero yo no me dormía , pero me estaba muy calladito. Para oir
cualquier ruido de los perros.
Serían las once o las doce de la noche, cuando los
perros empezaron a ladrar y mi padre y yo salimos del chozuelo lo más
pronto que pudimos, allí hubo de todo pero, lo más importante que fue es
que no se llevaron ninguna oveja ni ningún cordero, al llegar el día me
dijo mi padre:
" Así es la vida del pastor".
Capítulo cuarto. Historia de pastores
Avanzando el invierno, fuimos a una finca situada en el
paraje llamado " La Moraleja", y una noche después de cocinar
la cena mi padre me contó la siguiente historia:
"Había una vez un señor que había cogido con
un perro un conejo y estaba cociéndole en un caldero y de momento llegó
un pobre a la puerta del chozo a pedir una limosna y éste le dijo, cueza
y cueza la caldereta que al pobretón no le tocará nada , asín se lo
repitió dos o tres veces, pero el pobretón no se iba, y éste le dijo:
"--Como no te hagas amigo del perro, te va a ir mal, porque el conejo
lo ha cogido el perro, la carne va ser para mí, y los huesos serán para
el perro", cuando vio que ya estaba cocida la cena, la puso a reposar, en
esto vio el pobre que el pastor se quedó dormido, entró con mucho
cuidado al chozo, se cogió el caldero con el guiso de conejo, se fue con
el hacia la calle y se subió con el caldero a un roble a comérselo, en
esto que despertó el pastor y vio que no estaba el caldero, salió muy
enfadado hacia la calle, cogió la cayada y se puso a caminar en busca
del pobre y se encontró el perro debajo del roble donde estaba el pobre escondido, le pegó un palo al perro, y le
dijo "anda que vamos a lo que
vamos, y te enredas a comer bellotas del roble".
Una vez que se aleja el pastor por el camino buscando
al pobre, el pobre se baja del roble y le pone en el caldero una nota que
dice lo siguiente:
"Ahora que me aproveche la cena y a ti que te
amargue la situación y te sirva de buen escarmiento"
Yo le dije a mi padre:
"--Que bien se le estuvo al pastor, por ser
avaricioso y no querer compartir la cena con el pobre".
Entonces mi padre me dijo lo siguiente:
"--Cuándo te encuentres en una situación como
esta, abre la puerta que si es un pobre te dará compañía y si te pide
algo y lo puedes dar se lo das , porque se encuentra en peor situación
que tú y si entra una persona y habla y habla y empieza a pedirte cosas ,
no le escuches es que viene a cachondearse, el solo se irá por sí mismo,
y una vez que se vaya le dices, ¡Qué le vaya bien amigo!"
Capítulo quinto. El raboteo
Ya se está terminando el invierno y llega el día de
San José, que es el día 19 de marzo y este día es especial para el amo
de las ovejas, porque es el día del raboteo de los corderos, se corta el
rabo a las corderas y al mejor cordero que se deja para semental y
también se señalan las corderas con unos cortes en las orejas, para
saber al rebaño que pertenecen en caso de pérdida en el campo, porque
estas corderas serán las futuras ovejas así como el semental que se
aparta.
Unos días antes mi padre me había explicado por qué
se hacía este trabajo. Cuando llegó ese día ya estaba yo por la mañana
en la majada esperando a que llegase tío Ezequiel y una vez que llegó le
dijo a mi padre:"--Ángel prepara un corral pequeño mientras yo
miro las corderas y el cordero para semental".
Una vez que las miró, empezó a sacar una a una del
rebaño y pasándolas al corral pequeño, cuando comprendió que ya tenía
bastantes corderas apartadas, empezó el trabajo; primero cortaba un poco
de rabo y yo los cogía y los metía en un saco; después se les cortaba
un trocito de oreja para que quedasen marcadas para el resto de su vida.
La señal de las ovejas de tío Ezequiel era la
siguiente:
A la oreja derecha se le cortaba un trozo que pareciera
una uve y los ganaderos decía que era la señal de una jorca y en la
oreja izquierda por delante de la oreja se le cortaba un trozo que hiciera
la forma de una "U" y los ganaderos decían que era una muesca.
Estos trocitos de orejas los cogía yo y los echaba en
un cacharro, a los rabos se les pelaba la lana y se los llevaba tío
Ezequiel, porque decía que guisados con tomate y arroz estaban muy buenos
y los trocitos de oreja me los daban para mí para que los asase en una
sartén y de tan ricos que estaban que no lo probé porque pasó que
según se iban calentando en la sartén se salían de ella y no me quedó
ninguno así que me quedé con las ganas de probarlos, pero en fin una
experiencia más.
Capítulo sexto. Los corderos
Ya entrada la primavera, Manolo empezó a disfrutar de
las ovejas y de los corderos, porque había mucha comida en la dehesa y
los corderos corrían de un lado para otro, jugando y retozando, y
también se hacían grupos pequeños de diez o doce y se ponían a retozar
entre ellos y yo me divertía mucho viéndolos jugar de aquella manera.
Pero esto duró poco tiempo porque un día llegó el
amo y le dijo a mi padre que iba a venir un señor que se iba a llevar los
corderos porque se los había vendido.
Mi padre no ya me lo había explicado por qué se
vendían los corderos, era para sacar dinero, para pagar los pastos de las
ovejas todo el año y si sobraba dinero se ahorraba para otra ocasión que
fuese necesaria.
También mi padre me enseñó a echar cuentas para que
aprendiera de memoria como se podía vender el ganado y cobrar su dinero y
también me hacía escribir en el morral y en los zajones con la punta de
la navaja, me escribía cuentas de sumar, restar, multiplicar y dividir y
también me contaba alguna otra historia relacionada con la escritura y en
una de ellas me explicó cosas del escritor Cervantes, porque daba la
casualidad que era manco como mi padre y me decía que Cervantes escribía
con una pluma de un ave que se llama ganso y a mi me dijo: " Yo te
enseñaré a escribir con la punta de la navaja que es más difícil
todavía"
Ahora cincuenta años después todavía escribo como el
primer día que él me enseñó. Así que cuando llegó el día que el amo
vendió los corderos y vinieron a por ellos solo me quedó un poco de
disgusto. Y ahora paso a otra historia más.
Capítulo séptimo. El queso de oveja
Al vender los corderos las ovejas se cargaron de leche
y mi padre lo pensó enseguida y me dijo: "Cuando vengas mañana por
la tarde con el burro a traerme la comida, también te traes en las
alforjas cinco o seis botellas de cristal y cuando encerremos las ovejas
en la red, las vamos a ordeñar y cuando te vayas por al mañana te llevas
la leche para casa para que madre haga queso, que el queso de oveja es muy
bueno"
Tenía razón mi padre el queso era tan rico que me
acuerdo ahora como si lo estuviese comiendo ahora mismo. Este plan lo
estuvimos haciendo unos ocho o diez días hasta que se enjutaron las
ovejas .
Capítulo octavo. El esquileo
Avanzada la primavera por el mes de junio llegan las
fechas del esquileo, y llegó una cuadrilla de esquiladores portugueses,
para proceder al esquileo de todo el rebaño. Los esquiladores venían de
esquilar rebaños en las dehesas da la Baja Extremadura y ellos poco a
poco iban avanzando esquilando rebaños hasta llegar a las zonas de la
Alta Extremadura, y luego ya regresaban a su país.
El esquileo eran unos días muy especiales para todos
los pastores. El día antes de empezar el esquileo, tío Ezequiel avisó a
mi padre que preparase por al mañana un buen caldero de migas para que
almorzasen bien los esquiladores que iban a esquilar a las ovejas.
Esquilar significa cortarles la lana que las ovejas han producido durante
un año. Todo estaba preparado para cuando llegasen los esquiladores. Al
fin llegaron y a mí me hizo mucha ilusión ver a tantos hombres y cada
uno venía montado en un burro. Una vez que llegaron nos pusimos a
almorzar las migas que había hecho mi padre y a beber el buen vino de
pitarra que trajo tío Ezequiel.
Al terminar el almuerzo se empezó el trabajo, lo
primero que dijo tío Ezequiel fue: "-- Ángel, tráeme la oveja más gorda que está jorrá, o sea, machorra, que la vamos a matar para hacer la comida del
mediodía".
Ya se empezó el trabajo del esquileo y el proceso era
el siguiente: Zacarías el hijo de tío Ezequiel, agarraba oveja por
oveja, la ataba las dos manos y una pata y se las iba pasando a los
esquiladores, para que las fuesen cortando la lana y mi padre las cogía
cuando ya estaban esquiladas y las iba pasando a otro corral y tío
Ezequiel las iba contando y en la cuadrilla de esquiladores el mas mayor
de ellos cogía la lana de cada oveja la envolvía y hacía un vellón que
era casi redondo como una pelota y a mi me hizo mucha ilusión porque
pensaba que iba a poder jugar con él.
También para mí había un trabajo que era lo
siguiente:
Cuando un esquilador hacía un corte en la piel de
alguna oveja y le hacía una herida iba yo y le echaba un poco de pasta
desinfectante que se llamaba moreno, esta pasta era de ceniza de carbón
vegetal que tenían los herreros en las fraguas.
También fue una cocinera para hacer la caldereta de la
carne de la oveja que se había matado. La cocinera era la hija de tío
Ezequiel que se llama Angelines y lo guisaba muy bien.
La hora de la comida fue para mí una sorpresa ver un
caldero tan grande y con tanta carne y tan bien guisada. Había mucha
animación y buen ambiente entre todos los que estábamos realizando aquel
trabajo. Hubo un rato de tertulia para apurar el buen vino que
había en la bota. Luego ya dijo tío Ezequiel:
"--Vamos muchachos que hay que terminar la
tarea". Ya avanzada la tarde se terminó el trabajo, y una vez
terminado el amo pagó a los esquiladores por su trabajo y cogieron sus
burritos y se fueron camino de Navaconcejo en busca de algún otro rebaño
para esquilar. El amo y el hijo cargaron en los caballos las sacas que
llenaron de vellones de lana y se fueron caminando hacia el pueblo, mi
padre se quedó guardando las ovejas y Angelines y yo fuimos caminando
detrás de los caballos contando lo bien que lo habíamos pasado aquel
día.
Capítulo noveno. El sesteo
Se termina la primavera y entramos en el verano, por
esas fechas de junio hace mucho calor y las ovejas salen a comer muy
temprano por la mañana para que cuando llega el calor de mediodía puedan
irse a las sombras de los robles. Antes pasaban por la garganta de la
Puria para beber y ya pasaban a sestear a la sombra de unos robles muy
grandes que había por aquella zona.
El sesteo duraba más o menos desde las once de la
mañana hasta las cinco de la tarde y en ese tiempo libre que tenía me
daba tiempo a ir a algún huerto que estaba cerca de allí, que eran La
Canaleja o Los Chorrillos, par a trabajar algo y recoger las frutas y
verduras que hubiese y de paso regar las plantas y los árboles.
Otras veces me bajaba al río Jerte a bañarme y coger
algunos peces, cuando regresaba pasaba por la finca de un rebollaliego que
tenía sembrado tabaco, pimiento y sandías y siempre que me veía el
rebollaliego me daba una sandía y me decía:
"-- Toma esta sandía para cuando llegues a donde
están las ovejas te la comas y des las cáscaras a las ovejas que le
gustan mucho"
También como hacía mucho calor nos acostábamos el
sereno en el suelo con una manta debajo y mirando hacia el cielo, donde mi
padre me contaba varias historias, para que me durmiese porque estaba el
suelo muy duro, algunas de esas historias las voy a contar ahora.
Capítulo décimo. El lucero del alba
Mi padre siempre me decía:
"--Cuenta las estrellas" y contando me dormía,
ya de madrugada , me despertaba y antes de ser de día sale una estrella
muy grande y yo le preguntaba a mi padre:
--¿ Por qué es esa estrella tan grande?
--Te lo voy a decir. Eso no es una estrella
es un lucero y cuando sale las personas que trabajan en el campo con
bueyes, caballerías o burros se levantan al salir ese lucero para echar
de comer a los animales, para que cuando sea de día estén bien
alimentados y puedan desarrollar el trabajo del campo.
Ya no os cuento mas historias para no cansaros.
Capítulo undécimo. Fin de la historia
Se termina el verano y empieza la toñá, empieza a
refrescar y también se termina la comida para las ovejas, cuando se las
saca de la red empiezan a correr de un lado para otro en busca de las
bellotas que hayan caído por la noche de los robles, corrían tanto que
alguna vez me quedaba sin ver ninguna oveja, a mí las lágrimas se me
caían porque tenía miedo que se extraviasen, hasta que un día me dijo
mi padre:
"--Hijo, no llore que esto se va a terminar; Hoy
mismo me voy a casa de tío Ezequiel y le voy a decir que busque otro
borreguero, que nosotros ya no podemos guardar más las ovejas".
Y así lo hizo fue al pueblo a decírselo a tío
Ezequiel, y este le contestó: "--Está bien, hoy mismo ha venido a mi casa un
borreguero de Navaconcejo buscando trabajo y se llama Juan Tierno, así
que si quieres desde mañana mismo te puedes marchar".
Así lo hizo mi padre y ya se presentó por la mañana
el nuevo borreguero y se quedó guardando las ovejas a este pastor le
vendimos las ovejas que tenía mi padre en el rebaño de tío Ezequiel,
que eran ovejas de escusa.
Mi padre se puso a trabajar en los huertos que
teníamos en el campo y yo volví otra vez a la escuela.
Y así termina el relato de mis recuerdos del año que
viví de borreguero siendo un niño muy pequeño.
Esta historia ha sido escrita en La Lanchilla en
octubre de 2005.
Nota: Fotos proporcionadas por el autor del artículo.
Diciembre 2006